La plataforma que estamos lanzando tiene como objetivo arrojar luz sobre el concepto de hombre en el que reside nuestra civilización.
Implica la “liberación de las inteligencias europeas”. Podemos sentir leve temor, aunque omnipresente. Un temor que apoya ciertas ideas, una suave y discreta, pero para eso, otra más efectiva. Este temor automáticamente excluye ciertas preguntas, idolatra supuestos «avances» que teóricamente son irreversibles, entrega a algunos para ridiculizar y culpar, y lanza la carrera de otros, afectando a ideas basadas en prejuicios y matando a través del silencio a aquellos que se distancian de los primeros.
Optamos por “liberar inteligencias”. No dar rienda suelta a la pasión. Tampoco dejar volar la fantasía. Ni permitirse ser poseído por emociones paralizantes o fanáticas. Nos referimos a las inteligencias europeas: es en Europa donde el terror intelectual está causando estragos, y donde también es necesario trabajar en la liberación.
Nuestro esfuerzo se enmarca dentro del legado de todos aquellos que han defendido la razón, la libertad y la dignidad de todo ser humano. Basta con citar algunos nombres: San Gregorio de Nyssa, quien en el siglo IV, protestó contra la esclavitud; El papa Inocencio III que, en el siglo XIII puso fin a la senda por la prueba; los jesuitas alemanes, que, en el siglo XVII, se alzaron contra el camino por la brujería y la tortura; posteriormente, a los investigadores que narraron la miseria de la clase trabajadora, a los miembros del parlamento que limitaron el trabajo infantil y los trabajadores que organizaron sindicatos.
Las cosas a las que nos comprometemos hoy, la vida, la razón, la libertad y la digna equidad para todos los hombres, pueden parecer banales. Tal vez hubo una vez en que estos principios fueron aceptados pacíficamente, y tan solo era necesario que se respetaran. A menudo esto no se hizo tan bien como debería haber sido. Un examen de conciencia sobre los errores que se han cometido es algo bueno, pero los errores de nuestros antepasados no ocultan los nuestros.
Cualquiera que haya sido el pasado, ahora vivimos en una época en la que es necesario reafirmar lo banal.
Libera las inteligencias. ¿A que final? A ninguno en particular. La libertad es y acaba en sí misma. Ser libre es, en todas las cosas, alcanzar el fin de lo que sea. Las inteligencias se liberan para hacer aquello para lo que están destinadas: la verdad, la verdad de cada individuo, la verdad en torno a la cual todos podemos estar reunidos en paz.
No apoyamos a ningún grupo en particular. Nuestro único club es la raza humana. No defendemos los intereses de nadie, mucho menos los nuestros. Muy por el contrario, tratamos de extender la protección a aquellos que todavía están, o que siempre serán, incapaces de defender sus propios derechos.
¿Por qué elegimos hablar? No hemos elegido sentir el peso de la responsabilidad que afecta a todos los hombres, ni el deber de hablar de ello. Solo tememos una cosa: que la posteridad nos acusa de negar la ayuda a una civilización en peligro. ¡Ay de nosotros si nos quedamos callados!
Autor: Rémi Brague