La Asamblea Francesa ha aprobado -con una asistencia inusualmente baja- una nueva ley que permite a las francesas deshacerse de su hijo no nacido hasta un instante antes de dar a luz, un paso más hacia el infanticidio abierto.
“Esta es el camino por el que mueren las civilizaciones mueren y se aniquila el genio de los pueblos”, ha declarado, en reacción a la ley, el obispo de Montauban, Bernard Ginoux.
Solo es necesario alegar “angustia psicosocial” -es decir, cualquier cosa- para que, con la ley francesa en la mano, se pueda practicar un aborto sobre un niño viable y sano hasta el mismo momento del parto. Imagino que los abortistas, en esta ocasión, no pretenderán que se trata solo de un “amasijo de células” sin humanidad, como si el paso por el canal uterino obrara la extraña magia de convertirlo en ser humano en unos segundos.