El Día de la Mujer es una excelente ocasión para reflexionar sobre la belleza y grandeza de la maternidad. Sin las mujeres la sociedad no podría existir y no habría futuro; sin madres la humanidad habría terminado hace mucho tiempo.
La perspectiva de un mundo mejor esperado para sus hijos está encomendada a los padres, pero sobre todo a las madres. En todos los niveles, el papel de la mujer al servicio de la humanidad es formidable.
Me escribió una querida amiga, madre, abogada y profesora universitaria: “Se necesita mucho respeto y una gran atención cultural y educativa hacia la mujer y la complejidad y criticidad de su condición. El reconocimiento de todo esto y la atención del compartir y del humilde acompañamiento que debe seguir, sería el verdadero reconocimiento de la talla de la mujer y de su formidable papel en la humanidad. Y su fuerza. Siempre he pensado que la guerra sólo puede ser masculina porque si los hombres supieran lo largo y turbulento que es el camino para dar vida, jamás soñarían con destruirla». Palabras que hoy son más actuales, intensas y verdaderas.
Uno esta reflexión con lo que decía Franco Zeffirelli, pensando en la grandeza de la mujer: “El privilegio de portar la vida es un privilegio que los hombres no tienen: somos inferiores a las mujeres en esto. El milagro de sentir brotar una nueva vida en vuestro vientre, verla florecer y verla brotar, os hace más fuertes a las mujeres».
“El embarazo, indispensable para que el hombre nazca y por tanto para que la sociedad exista y tenga un futuro, se caracteriza por tres signos que imprimen el sello del amor a la vida humana. En primer lugar, el embarazo siempre implica una modificación del cuerpo femenino, suele ir acompañado de molestias y termina con los dolores del parto. La mujer acepta todo esto con un coraje instintivo que no se puede esperar de un hombre. En segundo lugar, el crecimiento del niño en el vientre de la madre («dualidad en la unidad») puede interpretarse como un abrazo prolongado durante muchos meses. Abrazar es una señal de amor. La tercera característica se refiere a la relación de cuidado del otro que el embarazo establece de manera muy especial entre madre e hijo: podría decirse que el «genio de la relación», muchas veces atribuido a la mujer, encuentra su fuente en ese modelo primordial de relación que establece con la hospitalidad natural del hijo bajo el corazón de la madre.
Toda auténtica relación de cuidado (pensar en los enfermos, los discapacitados, los ancianos) remite a esa aceptación gratuita y ese don de sí que apela a la mujer cuando se le anuncia el niño que vive en ella.
La reflexión sobre la maternidad y el embarazo indica la capacidad de todas las mujeres de imprimir el signo del amor en la humanidad como meta del movimiento de liberación, lo que a su vez presupone el reconocimiento del niño concebido como la maravilla de las maravillas, la obra maestra de la creación en progreso, una flecha de esperanza lanzada hacia el futuro, uno de nosotros.
De ahí la urgencia de una nueva presencia femenina reconocible que haga hablar y escuchar a la mujer en nombre de su maternidad realizada o deseada. Como en el cuadro de Giuseppe Pellizza da Volpedo, llamado «Quarto Stato», donde – a la cabeza de la multitud de hombres en camino hacia la conquista de la igualdad, la dignidad, los derechos (el cuadro se refiere a la revolución obrera) – hay una mujer que lleva un niño en sus brazos. En la valentía de acoger a los hijos desde el seno materno está «la estatura de la mujer y su formidable papel en la humanidad».
Sin embargo, las mujeres deben poder contar con la solidaridad de toda la sociedad. «De corazón a corazón» también es esto.
¿Qué podemos hacer? Sería bueno que la mayoría de las mujeres suscribieran una declaración muy simple y es que el concebido es un ser humano, uno de nosotros. Podemos pensar en suscripciones a un documento colectivo o declaraciones personales que se presentarán en el momento adecuado a los políticos. También y además de un documento colectivo o de declaraciones individuales de mujeres, es poderosa la voz de las madres que pueden atestiguar que sus hijos desde la concepción fueron seres humanos y lo han seguido siendo.
Las mujeres, en el momento en que se den cuenta de que están embarazadas, sería bueno que testifiquen públicamente con una declaración de que tienen un ser humano en su cuerpo, uno de nosotros. Por lo tanto, se debe hacer un llamado a las mujeres, madres y mujeres embarazadas para que testifiquen que el concebido es un ser humano. Tal llamamiento puede ser dirigido a nivel nacional a los Partidos y organizaciones de la sociedad civil acompañado de un grupo de mujeres presentes en todo el ámbito nacional en los respectivos países para restablecer la verdad de que lo concebido por todas las mujeres que así revelan también la verdad sobre sí mismas y su supremacía. Es crucial para asegurar el futuro de la sociedad y la historia.
Esta podría ser una oportunidad extraordinaria para despertar a la gente a la vida. Si logramos demostrar que la mayoría de las mujeres estamos a favor del derecho a la vida de los niños en camino al parto, la «conspiración contra la vida» será definitivamente derrotada. ¡Los mejores deseos para todas las mujeres!