Columna de opinión por José Francisco Serrano Oceja, publicado en el diario ABC España

04/06/2017

Pese a las astronómicas cifras de abortos hay personas empeñadas en no permitir que la defensa integral de la vida se convierta en marginal

La causa de la vida es una nueva batalla entre David y Goliat. Una pugna con demasiados frentes abiertos, desde el día a día de la acogida a las madres en riesgo de aborto al debate científico, cultural o político. Como he podido comprobar en el Foro «One of us», celebrado en días pasados en Budapest, la motivación de quienes están empeñados en la misión de la defensa de la vida es muy alta. Ni pizca de desaliento.

Pese a las astronómicas cifras de abortos y de muertes causadas por la eutanasia, conscientes de las contradicciones en las que estamos inmersos –véase la demografía o el malestar en el estado de bienestar-, hay personas empeñadas en no permitir, en esta civilización del olvido, que la defensa integral de la vida se convierta en marginal. La cultura ambiente conspira contra la vida con el apoyo de las nuevas ideologías y de los lobbies que las alientan, porque lo hace contra la relación entre naturaleza y verdad. Lo esencial, la acogida de la vida y su preservación, se ha convertido en objeto de descarte. Muestra de ello es la ausencia de políticas a favor de la vida en los programas políticos, entre otra razones, porque, según dicen, no da votos.

Hannah Arendt escribió que la única innovación radical es el nacimiento de un nuevo ser humano. La vida ha sido colonizada por la técnica, el mercado, el Estado, con la publicidad de los medios de comunicación. El deseo y la voluntad se han convertido en el motor de las actuaciones, incluso hasta llegar a normalizar el aniquilamiento del otro. Como muy bien dijo Jaime Mayor Oreja, ese ejemplar Quijote de las causas prepolíticas, en su discurso de clausura del Foro «One of us», la crisis moral ha puesto de manifiesto la falta de cohesión dentro de nuestra Unión Europea. Faltan valores comunes y principios. La refundación de Europa, y la preservación de la cultura occidental, no se producirá a partir de marketing, el dinero o las mentiras. Se hará si construimos, entre todos, una nueva cultura de la vida.