Uno de los problemas sociosanitarios de mayor actualidad hoy día es el constituido por el aborto provocado, también conocido como aborto intencionado o «voluntario». Se trata de un complejo tema que añade a su vertiente estrictamente médica, otras de carácter jurídico, moral, sociológico, religioso y demográfico.
A pesar de que pocos asuntos médicos tienen tan fuertes implicaciones sociales, políticas y culturales como el aborto, existen dificultades para valorar adecuadamente sus efectos psicomédicos y psicopatológicos, entre otras cosas porque no es fácil la elaboración estadística de los datos (apenas existen valoraciones médicas sistemáticas de las pacientes tras el aborto) y porque, generalmente, las mujeres que han abortado no suelen ser propicias a seguir relacionándose con el médico que les realizó el aborto ni a querer hablar de ello. Con todo, después de años de subestimar, o incluso negar, los efectos psicopatológicos del aborto, la sociedad científica, ante la evidencia de una variedad de trastornos, comienza ahora a admitir la existencia de secuelas tras abortos voluntarios.
En la Actualidad es aceptado por la sociedad científica en general, y personalmente, puedo decir tras 30 años trabajando como psiquiatra con este tipo de pacientes, que toda mujer que aborta, incluso en abortos debidos a causas naturales, suele quedar más o menos profundamente afectada. Es una respuesta natural de defensa ante este acontecimiento estresante: una reacción de ansiedad y depresión que suele acompañarse de un sentimiento de culpa y del correspondiente proceso de duelo. Por supuesto que todo ello (los sentimientos de culpa y el proceso del duelo) va a estar modulado por influencias culturales, por las características de personalidad y por la problemática previa de la persona.
Es un Trastorno de estrés postraumático (TEPT). Los síntomas que padecen estás mujeres cumplen criterios diagnósticos del DSM-IV y CIE-10 (Clasificaciones internacionales de enfermedades mentales). En el caso del Síndrome Post aborto (SPA) se cumplen unos apartados obligatorios como pueden ser la depresión, la ansiedad y la culpa. Junto a ello aparecen con frecuencia otra serie de síntomas como pueden ser alteraciones conductuales; abuso de drogas y alcohol; intentos de suicidio que según Rue tienen 4 veces más frecuencia que en otras alteraciones por estrés postraumático etc.
Todo ello supone un deterioro de la vida personal, familiar y social.
También entre los síntomas frecuentes en las pacientes con SPA, no recogidos (o menos significados) por el TEPT, destacan, por su importancia diagnóstica y terapéutica, los reiterados y persistentes sueños y pesadillas relacionados con el aborto, los intensos sentimientos de culpa y la «necesidad de reparar» que presentan prácticamente todas las pacientes del estudio y que junto con la depresión y/o ansiedad son considerados como síntomas claves del trastorno. Todos ellos son, a nuestro parecer, expresión de las especiales características del aborto, en cuanto acontecimiento traumático, que sume a la mujer en un conflicto psicológico difícilmente asimilable: ser el agente responsable del acontecimiento traumático del que es víctima.
Por otro lado, los sueños y pesadillas, además de expresar la intensidad del conflicto que sufren las pacientes, constituyen, en muchas ocasiones, el síntoma que hace pensar, durante la anamnesis, en la existencia de un posible antecedente traumático de aborto provocado; antecedente que, a su vez, ayuda a catalogar el cuadro (hasta entonces posiblemente considerado inespecífico) como un SPA.
En definitiva, se puede concluir que el Síndrome post aborto es un Trastorno de estrés postraumático, aunque con ciertos síntomas específicos muy relevantes para la comprensión vivencial del paciente y la intervención psicoterápica, y que sería muy útil dotar definitivamente al SPA de entidad categorial de TEPT mediante su inclusión en las clasificaciones internacionales.
Dra. Carmen Gómez Lavín
Emérito de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental.
Febrero 2018