Si estos días de Navidad son siempre diferentes, y por ello nuevos en nuestras vidas, también es verdad que estos tiempos que vivimos son nuevos, y por ello, diferentes.
No solo son tiempos nuevos. No solo son tiempos de crisis. Son tiempos nuevos determinados por la crisis. Pese a todo lo que ya hemos vivido de la crisis, se sigue sin querer comprenderla, no se quiere aceptar la profundidad de la misma, nos resistimos a buscar y aceptar la verdad, a decir la verdad, y preferimos refugiarnos en la mentira, porque resulta mucho más cómodo y es menos desagradable. Somos incapaces de afrontar el por qué, la razón, la verdad de lo que nos sucede: la crisis de la persona, la crisis previa de las instituciones más próximas a la persona, la crisis de la sociedad líquida que hemos ido incubando, la crisis de la verdad.
Preferimos engañarnos a nosotros mismos, enaltecer el optimismo como un valor en sí mismo, escogemos la fuerza de la mentira frente a la fortaleza de la verdad, porque somos incapaces de afrontar el cambio de actitud personal, empezando por nosotros mismos.
Pero la crisis tiene ya un efecto inapelable, nos sitúa en un escenario político y social con dos grandes protagonistas: el relativismo, que durante décadas ha sido y es la moda dominante, la socialización de la nada, y, por otro lado, el extremismo, el populismo reactivo de signos distintos.
Quienes hoy nos sentimos huérfanos, quienes creemos en los valores cristianos, quienes no queremos ser arrastrados por el relativismo imperante ni por el extremismo reactivo, estamos obligados a ser capaces de ofrecer una visión diferente, tenemos la obligación de ir a la raíz de la crisis.
El relativismo, lo que denominamos “nuevo orden mundial”, propicia, impulsa una sociedad post cristiana, con una obsesión enfermiza, patológica, indisimulada, en la sustitución y reemplazo de los valores cristianos como elementos esenciales de nuestra sociedad. Esta Federación One of Us tiene que saber comprender y afrontar el reto del gran debate cultural más que estrictamente político que tenemos delante de nosotros, un debate derivado del concepto de la persona, del profundo significado del derecho a la vida, y, en consecuencia, de la familia.
No busquemos el mal menor entre los relativistas y los extremistas, porque la búsqueda del mal menor significa siempre la consolidación del mal. Tenemos que afrontar una situación similar a la que protagonizaron David y Goliat. No hace falta que les diga quién es hoy el David y quién es hoy el Goliat. Tenemos una obligación moral de afrontar este debate, desde el convencimiento de que David terminó venciendo a Goliat, y también de que la historia nos recuerda que no fue la única ocasión en la que el aparentemente muy fuerte sucumbió ante quien inicialmente tenía todas las de perder.
Tenemos que ser capaces de crear una corriente de opinión en Europa presidida por nuestros valores. Tenemos que alejarnos de una actitud basada en la incomparecencia cultural, que lamentablemente nos ha caracterizado en demasiadas ocasiones.
Por eso, gracias a todas las organizaciones y movimientos que no aceptáis la resignación, que queréis seguir dando esta batalla cultural para el mantenimiento y la defensa de nuestra civilización. Si hay alguna celebración asentada en la verdad, que nos hace vivir de verdad unos días diferentes en nuestras vidas, esa es la Navidad.
Por todo ello, aprovecho estas líneas no solo para felicitaros la Navidad, sino sobre todo para animaros a que esta buena nueva se transforme en una nueva y renovada actitud para defender la vida y nuestros valores más profundos.
Jaime Mayor Oreja